martes, 7 de mayo de 2024

Sigilo

 


Hay noches en las que desapareces, sigilosa, entre las cortinas blancas de mi habitación, y mañanas en las que te siento a mi lado, mirándome, sonriéndome, como solías hacer cuando los atardeceres aún nos pertenecían.

Hay noches en las que apareces, de repente, con tu camisa de colores extravagantes, esa que tanto te gustaba ponerte en las noches cálidas de verano. Te acurrucas junto a mí y sueñas con miedos y barreras, mientras yo estoy en duermevela, observándote en silencio, quieta, para no despertarte, sintiendo el calor de tu espalda en mi pecho. Acabo durmiéndome. Y al abrir los ojos, con las primeras luces del sol, ya no estás, has desaparecido, como tan sólo tú sabes hacerlo. Sigue el aroma de tu piel en la cama.

Hay mañanas y noches en las que pienso que me gustaría no haberte conocido. Paro. Pienso. Cierro lo ojos. Abro la mente. Respiro profundamente cuatro veces. Abro lo ojos. Me veo en el espejo y me cuesta retenerme la mirada. Cierro lo ojos. Respiro. Me pongo a llorar. Quietud.

Hay noches y mañanas en las que doy gracias a la vida por haber cruzado nuestros caminos, porque la conexión y la ilusión vital que me has regalado, están fuera de toda razón aparente.

Ambivalencia afectiva.

Y mientras, tú, ajena a todo, apareces y desapareces de la nada, con tu sonrisa intacta. Eras demasiado perfecta para ser real, por eso sólo puedo evocarte en mis recuerdos, porque si me dejaras tocarte, te evaporarías...