miércoles, 8 de noviembre de 2023

Cuarto oscuro

 



Me miró, la miré, sonreímos, con esa risa nerviosa de la incertidumbre de dos desconocidas que están a punto de entrar en un cuarto oscuro. Me gustó enseguida. Su voz atravesó como un flechazo mis sentidos más primarios y, entonces, supe que no podría despedirme de ella sin sentir su respiración en mi espalda. Baile de miradas y de manos que intentaban rozarse, despacio, disimuladamente, aceptando un tiempo de cortesía antes de la explosión inevitable que sellaría nuestros labios y nuestra piel esa misma noche.

Y bebimos y bailamos y hablamos y nos sentimos cerca, sin barreras ni presiones, y vivimos y fuimos felices por la ingenuidad de desconocer los reveses del futuro. Porque llegaron, claro, como llegan las decepciones y la impotencia de aceptar que los labios que un día te erizaron la piel, ya jamás volverán a hacerlo.

Hay días en los que sigue apareciéndose en mis sueños más prohibidos, y vuelve a rozarme la mano y a lamerme los labios de esa manera salvaje. Y siento que el deseo que nos quemaba me sigue perteneciendo, justo en ese momento en el que el silencio y la oscuridad me obligan a cerrar los ojos y dejarme llevar. Porque el resto, ya se fue...




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