lunes, 4 de enero de 2016

Ausencia



¿Qué es la ausencia, me preguntáis? Ausencia es ese sonido lejano de petardos en un anochecer lluvioso, cambiar las rutinas para evitar el dolor, intentar no pensar y sin embargo luchar por todos los recuerdos que se agolpan dentro, querer pero no poder saber nada de ella para no sucumbir a la realidad. Ausencia es no compartir comidas exóticas ni restaurantes nuevos ni bizcochos rellenos de chocolate, encender la tele para que mitigue el silencio de la casa, cambiar las sábanas y ver, de repente, los restos de manchas de su carmín o de ese bálsamo milagroso que tanto le gustaba ponerse por las noches. Ausencia es no ser capaz de sentir pero desear hacerlo, fumar mirando a la nada esperando que aparezca una luz en el cielo plomizo, ver pasar los aviones y pensar dónde irá la gente que va en ellos, mirar al mar y saber que nunca más va a ser el mismo. Ausencia es deambular por las calles bulliciosas pensando que ha pasado un día más, oir canciones sintiendo una punzada en el corazón, levantarse todas las mañanas anhelando que sea ese día el que empiece a cambiarte la vida, mirar el buzón sabiendo que todas las cartas van a ser para tí. Ausencia es cerrar la puerta de casa sabiendo que nadie va a llegar para abrirla, tumbarte en el sofá y que te sobre manta, leer y no estar leyendo nada, escribir para tí misma sabiendo que eres la única que entiende tus palabras. Ausencia es tener que replantearte cómo hacer las cosas en el futuro, ser consciente de que la vida pasa y no vuelve, no arrepentirte de lo que has hecho, aún a sabiendas que deberías haber tomado otras decisiones, sentir miedo por los cambios que puedan venir. Ausencia es mi silencio obligado y tu lejanía deseada, todo lo que pudo ser y no ha sido, abocarte a un nuevo comienzo sin saber dónde te va a llevar el camino, comprarte esa camisa que sabes que antes jamás te habrías comprado, dormir con pijama cuando antes lo hacías desnuda.

¿Y vosotras me preguntáis qué es la ausencia? Sin duda, es ese monstruo que aparece de madrugada, se sienta silencioso en el borde de tu cama y, una vez que te ha despertado, te sonríe y se queda mirando impasible hacia el horizonte, mientras tú lo observas, ya sin miedo, pero deseando que esa sea la última madrugada que te haga mirar a tí también hacia ese horizonte lejano, al que tanto te va a costar llegar. Eso, queridas, eso es la ausencia.


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