Hay momentos en los que abrir los ojos es una odisea, pensar lúcidamente es un hecho improbable, sentir se convierte en una quimera y vivir se transforma en una ilusión.
Pero, de repente, el horizonte empieza a clarear, a nacer un nuevo día en el que todo cobra sentido. El ocaso se desvanece dando paso al crepúsculo anaranjado. Y entonces, la luz poco a poco va invadiendo y elevando el espíritu, haciéndolo volar sobre un mar de esperanza, esa que una noche se perdió en los albores de la vida.
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