lunes, 13 de marzo de 2017

505


Recuerdo el momento en que el azar me llevó a esa cafetería. Necesitaba descansar un poco después de horas caminando sin rumbo por la ciudad. Estabas sentada en la barra, despistada, con tu mirada perdida en el infinito. Me gustaste enseguida. Era una tarde de primavera en la que las terrazas del centro empezaban a cobrar vida. Te estuve observando. Bebías un café con hielo, leías con atención un libro y te hiciste una coleta. De repente te sonó el móvil, te quedaste muda y te levantaste arrastrando la silla por el parqué desgastado. Eras preciosa, no podía dejar de mirarte. Mientras buscabas la cartera dentro de tu bolso, te cayó al suelo el libro que leías momentos antes que la inquietud se apoderara de tu rostro. Saliste rápido por la puerta, como si quisieras que el tiempo no te cogiera desprevenida. "Perdona, pero creo que esto es tuyo". Solo tuve tiempo de fijarme en el título, Breve historia de la fotografía, creo recordar. "Muchas gracias, un día de estos perderé la cabeza", me dijiste, mientras me rozabas suavemente la mano, me quemabas con tu mirada y sentía que yo también sería capaz de perder la cabeza por ti.

Fue sólo un instante, pero pude percibir el olor de tu perfume caro y una mirada perdida que buscaba algo más que una correcta apertura de diafragma en una réflex antigua. Me regalaste una sonrisa mientras te perdías entre el bullicio de la gente. Nunca más te volvi a ver, pero me impregné de tu esencia sin yo quererlo. Hubiera dado lo que fuera por saber qué cicatrices eran las que empañaban tu mirada.

Cuando paso por delante de la cafetaría, me sigo acordando de ti...


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