jueves, 3 de diciembre de 2015

Mientras buceo


Me gusta bucear en el mar, siempre he pensado que es lo más cercano a flotar ingrávida con un traje de astronauta por el espacio. Sentir la presión del agua, el sabor de la sal en los labios, aguantar la respiración para disfrutar del silencio submarino. Me reconforta saber que, por unos instantes, puedo disfrutar de un mundo paralelo, lejos de pensamientos nocivos, de semáforos y pasos de cebra, de encuentros indeseados, de remaches en el corazón, de autómatas caminando sin rumbo por las calles desiertas de una ciudad cualquiera. Cuando abro los ojos bajo el agua y noto como el sol ilumina mi espalda, me siento bien, porque aunque no pueda respirar, sé que justo en ese momento empezaré a bucear lejos del humo tóxico de las fábricas de ilusiones rotas. Y entonces seré feliz.


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